For nearly thirty years, an animal researcher at Johns Hopkins University has been experimenting on and killing dogs, including beagles, in crude heart failure experiments, as well as studies designed to intentionally damage their brains.

Most recently published was a paper about this experiments to induce “hypothermic circulatory arrest” in dogs. The dogs used in this experiment their body temperature intentionally lowered to about 64 degrees, before their hearts are intentionally stopped. To keep the dogs alive, he puts them on a cardiac bypass machine. The dogs are then infused with a polymer. After the dogs’ hearts are allowed to beat again, and their bodies brought back to normal temperature, they are then injected again with a solution containing an experimental molecule.

Causing the dogs’ body temperature to drop and heart to stop beating causes brain damage in the dogs. Once they are conscious and their hearts are allowed to beat again, the experimenters look for clinical signs of brain damage. The researchers noted that the hippocampus is the most damaged area of the dogs’ brains, which is a region responsible for regulating emotion and memory. Although the experimenters say they provide the dogs with analgesic after the operation, they surely were experiencing other adverse effects from this brain trauma that could not be alleviated with a simple analgesic.

Three days after the dogs underwent this procedure, they were all killed via “exsanguination” – allowing the dogs to bleed to death. Their organs were then removed, including their brains, so they can be examined.

In other iterations of these experiments, dogs have also undergone spinal taps, where a large needle is used to collect cerebral spinal fluid at the base of the dogs’ skulls. This procedure is very painful.

This lethal experiment on dogs has been supported by taxpayers via the National Institutes of Health for more than 20 years. Since 2009, this one “Mad Scientist” has received more than $8.8 million for these experiments. Imagine what that money could do if it was directed towards meaningful human-based clinical research, or directed towards helping provide health care services for those of lower socioeconomic status.

TAKE ACTION

Johns Hopkins University is leading the charge against the Right to Release legislation in Maryland that would allow survivors of their experiments to at least be adopted.

Tell the Maryland General Assembly to Pass the Beagle Bill

Durante los últimos treinta años, un investigador en animales de la Universidad Johns Hopkins ha estado experimentando y matando perros, beagles entre ellos, en brutales experimentos de “Insuficiencia cardíaca por hipotermia”, así como realizando estudios diseñados para dañar intencionalmente sus cerebros.

Recientemente se publicó un artículo sobre estos experimentos para inducir el “paro circulatorio hipotérmico” en perros. A los perros utilizados en este experimento, se les bajo la temperatura corporal intencionadamente a unos 64F (17C), hasta que sus corazones se detengan. Para mantener a los perros vivos, se les coloca en una máquina de derivación cardíaca y se les inyecta un polímero. Después de que se permita que los corazones de los perros vuelvan a latir y que sus cuerpos vuelvan a la temperatura normal, se les inyecta nuevamente una solución que contiene una molécula experimental.

Provocar una caída de la temperatura del cuerpo de los perros y hacer que el corazón deje de latir causa daño cerebral en los perros. Una vez que están conscientes y sus corazones pueden latir nuevamente, los experimentadores buscan signos clínicos de daño cerebral. Los investigadores notaron que el hipocampo es el área más dañada de los cerebros de los perros, que es una región responsable de regular las emociones y la memoria. Los experimentadores alegan que proporcionaron analgésicos a los perros después de la operación, aunque seguramente también sufrieron otros efectos adversos de este trauma cerebral que no pueden aliviarse con un simple analgésico. Tres días después de que los perros se sometieron a este procedimiento, todos fueron asesinados a través de “exsanguinación”, que es un procedimiento que hace que los perros se desangraran hasta la muerte. Luego se extrajeron sus órganos, incluidos sus cerebros, para que puedan ser examinados. En otras iteraciones de estos experimentos, los perros también se han sometido a punciones en la columna vertebral, donde se utiliza una aguja grande para recoger el líquido espinal cerebral en la base de los cráneos de los perros. Este procedimiento es muy doloroso.

Estos experimentos letales han sido financiado por contribuyentes a través del Institutos Nacional de Salud durante más de 20 años. Desde 2009, este “Científico Loco” ha recibido más de $8.8 millones en ayudas a estos experimentos. Imagínese lo que ese dinero podría hacer si estuviese dirigido hacia una investigación clínica basada seres humanos o si estuviera dirigido a ayudar a proporcionar servicios de atención médica a aquellos con un nivel socioeconómico más bajo.

Actúa!

La Universidad Johns Hopkins está liderando la resistencia a legislación Right to Release en Maryland que permitirá a los supervivientes de estos experimentos ser adoptados.

Solicita a la Asamblea General de Maryland que aprueben el Beagle Bill